Crítica / Grandiosa Séptima de Mahler

 Ritmo

Jeronimo Marin

01.11.24

Crítica / Grandiosa Séptima de Mahler - por Jerónimo Marín


La experiencia de la escucha en directo de la Sinfonía nº7 de Gustav Mahler, que suele aparecer con el subtítulo Canto de la noche, es siempre algo inusual y de difícil encaje emocional a poco que se preste atención a la música. Inusual porque esta sinfonía es ‘la hermana pobre’ del poderoso ciclo sinfónico mahleriano, una sinfonía poco interpretada porque es menos entendible y requiere de mayor esfuerzo por parte del oyente, y, por otro lado, reconozcamos que tiene menos pegada en sus melodías, y más complejidad en su forma. 

Y de difícil encaje emocional, porque, como relato, es muy ambiguo en su mensaje y depende del oyente el significado que se le otorgue. A grandes rasgos podría descifrarse, como apéndice del romanticismo claro que es, un romanticismo extremo en su fantasía, en su forma novedosa con esos cinco movimientos de los cuales dos los intitula Nachtmusik, y su requerimiento de una orquesta desmesurada, decíamos que podría descifrarse como un viaje del héroe romántico, -el propio compositor en última instancia-, similar a la Quinta de Beethoven, Per aspera ad astra, ese héroe que consigue vencer todas las dificultades y depresiones con que la vida nos va obstaculizando la felicidad. Pero, en una escucha atenta, ese viaje del Mi menor inicial, con un primer movimiento dominado por ese ritmo de marcha fúnebre, al Do mayor exultante del final, que podría presumirse como triunfal, se percibe que ese triunfo es un engaño, que la música de la noche, donde realmente se encuentra la paz por el vivir en armonía con la naturaleza de los movimientos de la Nachtmusik, que aparece citada en el último movimiento también habría de ser relevante, y que esa confianza en una vida mejor que transmite es algo vacío, simple, demasiado insubstancial. Hay una ironía o, si se prefiere, sarcasmo, en depositar nuestra confianza en ese DoM que no consigue culminar nuestros anhelos. En definitiva, Mahler no puede desprenderse de ese ambiente fin de siècle y de añoranza del pasado idealizado.

La Tonhalle-Orchester de Zürich es una orquesta excepcional. Participó en este mismo ciclo de Ibermúsica hace seis años, pero para el abajo firmante era su primer contacto auditivo en concierto, y hemos de reconocer que pocas orquestas pueden presumir de tener tal calidad de sonido en directo -no hablamos de la técnica- y tal equilibrio entre sus secciones. Con una plantilla en la cuerda de 16-14-12-10-8, y situados los violines primeros y segundos en estéreo, con los contrabajos detrás de los primeros y los cellos en el centro, el empaste y terciopelo de esta sección es único. La sinfonía ofrece momentos solistas para cada uno de los miembros, incluidos mandolina y guitarra, que fueran perfectamente escuchados en su intervención del cuarto movimiento, y la entrega y concentración de cada uno de ellos es llamativa, pongamos por caso las frases del viola solista, de los contrabajos, o de las frases en que flauta, oboe y clarinete tocan al unísono y donde había una verdadera fusión de sus timbres, creando la sensación de oír un instrumento nuevo. 

Y aunque la orquesta sea excepcional, no sería una interpretación de tal calidad si no hubiera estado dirigida por Paavo Järvi, que hace gala de una madurez y una seriedad en el gesto que no es tan frecuente encontrar en la dirección actual. Siempre atento a la emoción de la música, ningún gesto es banal y todos conllevan una ayuda a los intérpretes; además, tiene la virtud de no dirigir de cara a la galería, de no ‘bailar’ en el pódium. Su relación de los tempi en el primer movimiento fue toda una lección de progresión en la narración y entendimiento de la forma musical. Ni siquiera en el poderoso final se permitió el hacer gestos grandilocuentes: la música debe ser con tutta forza, pero no el gesto del director. Se agradece esta simpleza aparente, esa restricción voluntaria de los aspavientos porque al final quien gana es la propia música de Mahler, que sonó con una emoción, fineza y transparencia no tan fácil de escuchar en directo.

Jerónimo Marín

 

Tonhalle-Orchester Zürich. Paavo Järvi, director.

Séptima Sinfonía de Mahler.

Auditorio Nacional de Música, Madrid. 30-10-2024

 

Foto © Rafa Martín/Ibermúsica

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