UDATE «Esta crisis en el negocio musical es algo positivo que debería continuar»
Gara.net
Mikel Chamizo
2011 Aout 17
Paavo Järvi
Director de orquesta
La Quincena Musical
donostiarra reanuda esta tarde su programación sinfónica en el Kursaal con la
presencia de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt, una de las grandes
orquestas alemanas, que interpretará obras de Jean Sibelius y Carl Nielsen bajo
la batuta de uno de los directores más prestigiosos en Europa, el estonio Paavo
Järvi.
Mikel CHAMIZO |
DONOSTIA
Paavo Järvi, hijo del
también célebre director Neeme Järvi, llega hasta la Quincena Musical con un
programa basado en música de compositores del norte de Europa, con los que
comparte fuertes lazos geográficos, estéticos y sentimentales. No obstante, se
muestra convencido de que todo amante de la música en cualquier lugar del mundo
puede acceder y comprender estas músicas de factura puramente nórdica.
Llegan con un
programa cien por cien nórdico. ¿Qué es lo que el público de Donostia debería
buscar para comprender y apreciar al máximo estas músicas?
El problema con
Sibelius y con Nielsen no es tanto un problema de entendimiento, sino de haber
estado expuesto a su música. Muchos grandes directores en el pasado simplemente
no dirigían estas músicas, de forma que nunca llegaron a convertirse en parte
del gran repertorio. En mi opinión, no tiene nada que ver con la calidad ni la
originalidad de la música, es simplemente el hecho de que es desconocida.
Tenemos mucho más opinión y comprensión de Brahms, Tchaikosqui y otros
compositores centroeuropeos porque los escuchamos mucho. Sin embargo, en
Inglaterra Sibelius y Nielsen son populares. En Alemania no lo son tanto, y en
los países mediterráneos prácticamente nadie los toca.
Especialmente poco
conocida es la obra y la figura de Carl Nielsen. Quizá nos cuesta un poco
entrar en su mundo estético. ¿Por qué razones debemos aceptar que se trata de
un gran compositor?
Para mí hay muy pocos
compositores del siglo XX que hayan sido grandes sinfonistas. Si dejamos a un
lado a compositores alemanes de principios del siglo como Mahler, los grandes
sinfonistas del siglo XX son Prokofiev, Shostakovich, Nielsen y Sibelius, en
parte porque otros compositores importantes de la época estaban escribiendo
poemas sinfónicos y alejándose de las formas tradicionales de la sinfonía.
Cuando te paras a analizar a los sinfonistas de pura cepa, descubres que
Nielsen posee un lenguaje distinto y original. Escuchas tres compases y sabes
que se trata de Nielsen, no se parece a nadie más, tiene un lenguaje específico
y consistente, algo muy difícil de conseguir. Ocurre algo parecido con
Prokofiev y, en ocasiones, con Shostakovich.
El «Concierto para
violín» de Sibelius fue polémico desde el día de su estreno, y aunque hoy es
una obra central del repertorio para violín y orquesta, todavía hay gente que
la considera una obra musicalmente mediocre.
Es una pregunta
compleja, porque una de las críticas que más se le hizo a Sibelius en la
prensa, especialmente en Alemania, fue que no comprendía cómo dar forma
correctamente a una obra musical. Es una tontería, porque Sibelius precisamente
estaba buscando variar ligeramente las formas establecidas, no rompiendo con
ellas como pudieron hacerlo Debussy o Ravel, sino partiendo de las estructuras
clásicas para modernizarlas. En cuanto al «Concierto para violín», hubo una
gran confusión entre los musicólogos, especialmente por parte de Adorno, que lo
tachó de erróneo porque no se correspondía con la forma clásica de una sonata.
Por este tipo de juicios mucha gente terminó pensando que Sibelius no era lo
suficientemente profesional, bien formado o inteligente. Pero es que,
precisamente, Sibelius con este concierto estaba experimentando con nuevas
estructuras. La gente no lo llegó a comprender y se generaron muchas
malinterpretaciones sobre el concierto y sobre Sibelius en general. Pero no hay
mejor juez que el paso del tiempo, y hoy en día este es, junto con los de
Beethoven, Brahms y Tchaikovsky, el concierto para violín más importante del
repertorio, y ningún solista de violín puede prescindir de tocarlo.
Nació usted en
Tallin. Desde fuera asociamos musicalmente a Estonia con la figura de Arvo
Pärt. ¿Qué tendencias dominan en la música contemporánea en Estonia, además de
Pärt?
Estonia es un país
pequeño, con millón y medio de habitantes, pero en la relación a su tamaño
tiene una vida musical bastante importante. En compositores, y además de Arvo
Pärt, tenemos a Eduard Tubin, Lepo Sumera o Veljo Tormis, nombres que son
relativamente bien conocidos a nivel internacional. Ahora hay toda una nueva
generación de jóvenes compositores que están trabajando muy activamente, y
tengo la sensación de que, en relación al tamaño que tenemos, muchos países más
grandes podrían tenernos envidia. Una de las razones de toda esta creatividad,
tanto para lo bueno como para lo malo, es que no tenemos una gran tradición
musical. Cualquier joven compositor alemán, aunque sea inconscientemente, no
puede dejar de entroncarse en una línea que se remonta a Bach, Beethoven y
todos los grandes autores que ha tenido el país. Pero en Estonia la tradición
musical no se remonta más allá de un siglo. No hay mucho donde mirar atrás, y
esta falta de referentes hace que los compositores actuales se sientan un poco
más valientes a la hora de no preocuparse por el pasado. Por eso, muchos de
nuestros jóvenes creadores vienen del terreno de la música rock, y tienen una
fascinación por los compositores más coloristas del siglo XX, como Stravinsky,
Debussy o Ravel.
También es
americano: estudió en Estados Unidos y ha desarrollado una parte muy importente
de su carrera allí. Como músico que se mueve entre el viejo y el nuevo mundo,
¿sigue habiendo grandes diferencias entre dirigir orquestas americanas y
europeas y, en general, en la vida musical de ambos continentes?
Sí, sigue habiendo
grandes diferencias, pero no sólo entre orquestas europeas y americanas,
también entre las orquestas alemanas, francesas, españolas o rusas. Digamos que
el modelo americano de orquesta se basa en una gran perfección técnica, en que
la orquesta sea una maquinaria brillante. Esto, por un lado, permite lograr
resultados artísticos extraordinarios, pero la sociedad americana no está
demasiado implicada con la música clásica, no la consume ni tiene el rol social
que sí tiene en Europa. No me refiero a que aquí estemos siempre escuchando
música clásica, pero es un hecho que en Alemania existe una comprensión básica
de la música de tradición clásica que no existe en América, que es una cultura
mucho más joven. Pero esta identificación con la música clásica también varía
en grados muy diversos dentro de la propia Europa, y si vas a la República
Checa, a Hungría o a Rusia te encuentras con repertorios y visiones muy
diferentes de los que te puedes encontrar en la Europa occidental.
Su padre, Neeme Järvi,
ha sido un director que ha destacado, entre otras cosas, por grabar infinidad
de discos. A usted le está tocando vivir una época en la que la industria
discográfica está sufriendo convulsiones muy profundas. ¿Cómo cree que está
afectando, y afectará, al mundo de la música clásica?
Yo creo que esta
crisis de cambio en el negocio musical es, en realidad, algo positivo que
debería continuar. Algunas de las grandes estructuras que han estado
controlando la música durante décadas deberían desaparecer, porque no te puedes
imaginar lo difícil que era antes realizar una grabación. Sin embargo, fíjate
en cuántas grabaciones se hacen hoy en día y cuántos músicos interesantes
podemos escuchar, a los que jamás hubiéramos tenido acceso si se siguiera
manteniendo el monopolio de esas tres o cuatro grandes compañías que sólo están
interesadas en las estrellas con glamour. Hoy en día las opciones para grabar
se han diversificado, y prácticamente todos los conjuntos tienen la oportunidad
de grabar discos y de difundirlos por medio de internet. En iTunes y similares
puedes conseguir prácticamente cualquier cosa, por lo que el criterio está
pasando de ser el de los intereses de la compañía discográfica al de la pura
calidad de las interpretaciones. En el mundo de las orquestas, por ejemplo, hoy
en día cada vez son más las que prescinden de las grandes compañías
discográficas para apostar por su propio sello discográfico, y les va muy bien.
Además, con un poco de imaginación y voluntad, los sellos pequeños realizan
proyectos más interesantes, sin tanta presión por conseguir un gran éxito de
ventas.
El violín más joven para Sibelius
La parte solista en el
“Concierto para violín” de Sibelius que se podrá escuchar esta tarde ha sido
encargada a Vilde Frang, una de las más recientes estrellas juveniles de la
división clásica de EMI. En 2010, con sólo 24 años de edad, Frang presentó su
primer disco con los conciertos de Sibelius y Prokofiev, por el que recibió
buenas críticas. Aunque haya caído en esta carrera de las discográficas por
vendernos cada vez a estrellas más jóvenes y carismáticas, Frang posee un
sólido pasado como niña prodigio del violín, debutando con tan sólo 10 años con
la Orquesta de la Radio de Noruega, su país natal. Dos años más tarde el
director Mariss Jansons le dio su gran oportunidad y desde entonces ha
encontrado la protección de grandes nombres del violín como Anne-Sophie Mutter
o Gidon Kremer, que le han abierto las puertas para actuar con las mejores
orquestas europeas. M. C.
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