Crítica / Excelencia, emoción y magisterio - por José Antonio Cantón

José Antonio Cantón

21.04.24

Ritmo

Dentro del ciclo sinfónico de la presente temporada del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) que lleva por título ‘Pasions’, la visita de la Filarmónica Alemana de Cámara de Bremen ha significado una gran experiencia de escucha para los aficionados alicantinos por tres motivos: la elección de un programa en el que se ha podido disfrutar del primer sinfonismo de Franz Schubert, de ahí el título dado al concierto, “Schubert Celebration”, la presencia de uno de los más consolidados valores a nivel internacional de la interpretación musical de nuestro país, la joven violinista María Dueñas, y la dirección de Paavo Järvi, maestro de renombre internacional que, en cada actuación, ofrece toda una lección de lo que significa ejercer con depurada y eficaz técnica ese particular arte de la batuta, entendida como un singular instrumento silente de la orquesta.

La Primera Sinfonía en Re, D 82 de Franz Schubert es un ejemplo del grado de madurez musical alcanzado por el compositor con sólo dieciséis años tomando el estilo clásico como vehículo de la espontánea y fácil inspiración que reflejan sus compases. Ha sido esta cualidad de la que se ha servido en gran medida el maestro Järvi para activar a la orquesta en una interpretación distinguida por la elegancia formal de su cinética y la claridad expositiva de su discurso, que recuerda la mejor escuela de dirección austro-húngara que tan extraordinarios músicos ha dado en esta importante función musical. Su lectura del primer movimiento estuvo marcada por la distinción de sus bloques temáticos, acentuando esos tintes mozartianos en el allegro que sigue a su apertura. En el segundo tiempo, contrastó con fluidez el primer motivo así como la elocuencia marcada en el aire de marcha del segundo, cohesionando la sonoridad orquestal, aunque sin terminar de lograr la necesaria presencia de los contrabajos. En sentido contrario, se podía percibir el color realzado de las maderas en el trío del minueto, que el maestro estonio ajustó con especial sentido danzante. El allegro final tuvo determinante relevancia en su coda, con la que el director quiso destacar las bondades de esta admirable orquesta de Bremen, una de las punteras de Alemania en su clase.

La actuación de la violinista granadina María Dueñas concentraba una gran atención del público que pudo recordar su primera visita al ADDA el 4 de noviembre de 2019 junto a la Orquesta Nacional Filarmónica de Rusia bajo la dirección del también excelente violinista Vladimir Spivakov, dejando una deslumbrante versión del Primer Concierto de Paganini. En esta ocasión ha causado mayor impacto si cabe con el Primer Concierto en Sol menor, Op. 26de Max Bruch, una de las obras concertantes más solicitadas e interpretadas en las salas de conciertos.

Desarrollando el gran instinto musical que la caracteriza, se adecuó al tempo que marcaba el director en el allegro con el que se inicia la obra, dejando una sensación de absoluto dominio técnico del instrumento, cuya airosa sonoridad sobresalía de la del conjunto orquestal destacando su preciosa forma de cantar, que iba a remarcarse en las cadencias abreviadas del violín previas a la conclusión del movimiento. No cayó en momento alguno en el predisponente manierismo sensiblero del Adagio central que llevó con alto grado de musicalidad, desentrañando sus dificultades estructurales, sirviéndose de la facilidad expositiva de Paavo Järvi, que asumía en todo momento el decisivo protagonismo de la violinista, como el mostrado en el ardor del segundo tema, uno de los momentos cumbre de su actuación. El carácter magiar del Allegro energico final fluyó con sentido y estimulante elocuencia, elevando la emoción del discurso a tal grado de sensibilidad que el público reaccionó con una gran ovación fruto de la admiración frente a tan alta concentración de virtuosismo musical tanto en la solista como en el director.

Ante el insistente aplauso, ambos concertaron nuevamente en una versión para violín y orquesta de la primera de las Tres melodías para voz y piano, Op.7 de Gabriel Fauré titulada Después de un sueño, destacando la expresión liederística de su canto con una exhibición de bellísimo vibrato por parte de la solista, que volvía a entusiasmar al público, lo que propició de nuevo una exultante reacción del auditorio que llevó a María Dueñas a ofrecer un segundo bis, Applemania de Aleksey Igudesman, espectacular obra con la que demostró la “prestidigitante” dimensión de su técnica puesta al servicio del arte musical.

El concierto terminó con una hermosa interpretación de la Segunda Sinfonía en Si, D 125 de Franz Schubert, con la que la orquesta y su director titular rubricaron el mutuo y enriquecido entendimiento al que han llegado después de veinte años de colaboración. Compartieron el carácter alegre y enérgico del primer movimiento, los sacabuches sustituyendo a trombones y los timbales barrocos tuvieron relevancia tímbrica en las variaciones que sustancian el segundo movimiento, un Andante suavemente juguetón que expusieron con antica serenità. El maestro casi se arrancó en el pódium a bailar el vivo minueto, dado el intenso ritmo y destacable dinámica que requiere. Finalmente, en el Presto vivace final, el director imprimió el mismo estimulante estado de ánimo que había ofrecido en los movimientos primero y tercero, contrastando el alegre tempo de su primer tema con el aire lúdico y tranquilo dado al segundo, que sirvió para mejor diferenciar la irresistible tensión de su conclusión, que provocó un cerrado aplauso del público, al que director y orquesta respondieron con una interpretación trazada con un tono casi sagrado de una versión para cuerdas y timbales del Andante festivo de Jean Sibelius que, una vez más, dejaba patente la afinidad, sentimiento y magisterio que siempre refleja Paavo Järvi en sus interpretaciones de la música de este singular y gran compositor finés. https://www.ritmo.es/auditorio/critica-excelencia-emocion-y-magisterio-por-jose-antonio-canton

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